Hubo un momento en el camino, en el que tras perder una de las mayores amistades por no decir La Amistad, un par de amores y varios trabajos, mi vida me parecía poco menos que una mierda. Perdido, confundido y con una mano a punto de coger la soga que me llevaba de vuelta al país de los cobardes, decidí nunca más enamorarme. No intentar encontrar el amor como fuente de mi felicidad, ya que esa había sido una de las principales causas de que terminase así, en contra de todo el mundo incluido yo mismo. Éstas cartas fueron el resultado de querer expresar a ese "desconocido" lo que iba pensando, viviendo y sintiendo para algún día ser capaz de enamorarme de él y regalárselas en persona una vez hubiese llegado a mi vida...

003 decepciones que ilusionan por dentro...

26 de Agosto del 2010

Querido Desconocido:

Cuando buscamos algo, sea lo que sea aquello que estemos buscando, en nuestro interior primero se generan ciertas expectativas. Más adelante, cuando no obtenemos resultados rápidos y satisfactorios de nuestra búsqueda, comenzamos a sentir frustración. Ésta va seguida de la desesperación y la decepción. En el terreno sentimental, hasta ahora lo que he ido viviendo es ese proceso caótico y negativo de ilusión, expectativas, búsqueda, frustración, desesperación y decepción. Todo el mundo me ha dicho que es mucho mejor esperar a que la persona adecuada llegue sin tener que estar buscándola.. Pero yo me planteo lo siguiente; si un ser humano sea el que fuere, no está abierto a sentir emociones por otro ser humano... ya puede venir Rita “la cantaora” que no habrá forma de que se de cuenta de que eso que buscaba lo tiene ante sus narices. Por otro lado, es verdad que cuando ponemos muchas cucharadas de ilusión y expectativas a la mezcla, el guiso empieza a cocer antes de tiempo y rebosa de la cacerola. Por tanto lo ideal sería tener las justas ilusiones y expectativas, según vayamos encontrando aquello que el universo a decidido traernos a nuestra puerta, ni más ni menos. (Muy fácil de escribir, difícil de cumplir)

Este planteamiento es difícil de cumplir, más cuando se es un cáncer en toda regla como yo. Y no me refiero a que sea una enfermedad, sino al signo zodiacal. Tooodas las descripciones de cáncer y tooodos los cáncer coincidimos en que cada uno somos de nuestro padre y nuestra madre. No obstante hay puntos en común en los que nos sentimos identificados en mayor o menor medida. Somos personas nobles, emocionales y sentimentales, sensibles, pero con inseguridades en estos anteriores aspectos. Un cáncer nunca está seguro de si lo que le quieren es la cantidad correcta o si la persona podría dar unos gramillos más de amor. Además somos soñadores, artísticos e imaginativos. De echo pecamos en ese sentido, por tanta imaginación es fácil que se nos vaya la cabeza al cielo. Cáncer vive constantemente enamorado, de la vida, de los que le rodean y de su pareja si la tienen. Esto para muchos puede suponer un problema, para un cáncer, es un motivo más para llevar a cabo nuestra mayor afición... darle vueltas al coco constantemente.

Me encanta lo que se siente cuando acabas de conocer a un extraño y al hablar con el, conforme vamos disponiendo de mas información , y nuestra base cerebral confirma que es positiva la atracción, nos sentimos cada vez más cómodos en compañía de aquel desconocido. En ese momento nuestras neuronas envían señales a todas las partes de nuestro cuerpo, y éste reacciona en consonancia. El hormigueo en la tripa, la sensación de emoción por las extremidades, y la inconfundible e indispensable sonrisa de gilipollas. Esa que se te queda cuando acabas de hablar con alguien que te ha hecho reaccionar física y emocionalmente. Por desgracia son pocos los momentos en que dejamos que estos sentimientos afloren y se repitan a lo largo de la vida. ¿Por qué nos cuesta tanto reconocer que estamos a gusto con una persona? Ó, ¿por qué nos negamos a sentir la tontería que se nos pone encima cuando alguien así aparece por la puerta de nuestra vida?

Igual que estas cartas, querido desconocido, los sentimientos son como capítulos que voy escribiendo en mi propia vida. Unas veces con ayuda de alguien externo, otras yo solo, pero lo más importante es que en algún hueco, algún almacén están todos esos libros de sentimientos que me pertenecen. Todas esas personas o situaciones que van llenando los capítulos de esos grandes tomos que conforman mi existencia. Hace unos días, una película me recordó una de las más valiosas enseñanzas de la vida y con ella quiero terminar esta carta: La felicidad sea en la faceta sentimental cuando buscamos el amor, o en otras facetas, no está en conseguir aquello que nos espera al final, sino en disfrutar de los vaivenes del camino.

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